domingo, 29 de agosto de 2010

Paciencia . . .

Durante muchos años pensé que mi paciencia era infinita. O eso o simplemente soy demasiado blando para ponerme los pantalones y mandar a la burger a la gente.

Eso, sin embargo, esta cambiando, o mejor dicho ha estado cambiando con el paso del tiempo. Ya no quiero seguir aguantando las pendejadas de otr@s y sin ningún beneficio para mi.

Con algunas experiencias recientes, he llegado a confirmar que lo que dijo Einstein es cierto: “Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana; de la primera no estoy muy seguro”.

Además, con estas experiencias me he dado cuenta de la extensión de mi propia estupidez, y de lo lejos que puedo llegar cuando me decido a hacer algo. El problema es que generalmente lo que decido hacer son cosas que eventualmente me llevaran al desastre. Lo bueno de esto es que cada vez es menos frecuente, y las decisiones acertadas lo son mas.

Odio los cambios y la inestabilidad. Me gusta estar en la tranquilidad de mi área de confort y hacer lo que yo quiera cuando yo quiera. Odio tener que pasar los fines de semana esperando a ver si la susodicha tiene planes (sus planes) en los que quiere que le sirva mas que de novio, de chofer, y por eso es que termino mi relación con la innombrable. Por muy guapa y buena que este, no lo vale, sobre todo cuando mi único problema en la vida era ella.

Ahora que estoy en mi nueva chamba, he encontrado primero, que no quiero compartir mis éxitos con alguien que solo los valora por lo que pueda obtener de ellos, y además confirme que lo mejor que se puede hacer en un trabajo, es pensar que uno va ahí a trabajar no a hacer amigos, y actuar en consecuencia.

Uno de mis nuevos compañeros, que por cierto aun no esta contratado oficialmente, parece querer agarrarme de su gato, y no entiendo porque. Supongo que piensa que como cada quien agarra a su pendejo, es mejor agarrarme a mi antes de que yo lo agarre a el, pero conmigo se equivoca el wey. Sin alardes, sin gritos ni sombrerazos, voy a pintar mi raya de manera que ni el ni nadie tenga la impresión de que van a poder mangonearme a voluntad, solo porque trato de ser buena onda y llevarme bien con todos.

Una vez mas, no voy a hacer amigos, voy a trabajar.

Pero es fácil olvidarlo, ya que si bien dios limito la inteligencia humana, no hizo lo mismo con la estupidez . . .

Y pobre del que se quiera pasar de listo . . .

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